Por José Castilho Marques Neto
Podría abordar este tema por varios
ángulos, inclusive los más técnicos incluyendo aquí un punto de vista acerca de
los nuevos medios, absolutamente necesarios en nuestra cotidianidad como
editores universitarios. Prefiero abordar por medio de una parte de nuestro
trabajo: la administración de las relaciones del creador del texto científico o
literario con la maquina editorial que hará de aquel a ser con derechos de
autor para la sociedad. Porque, al final, cualquiera que sea el soporte utilizado,
lo que de hecho importa es la publicación de un autor y la búsqueda del lector.
Esto envuelve leyes, derechos, deberes, principalmente en un universo que está
en transformación constante de los copy rigths, con la introducción de nuevos
modelos como el copy left y otras formas de control de los derechos de autor
que buscan garantizar más democráticamente la accesibilidad del público lector
a los escritos buenos y culturales. Es intensa y viva esta polémica de nuestros
días, pero trataré de abordar en está exposición algo que considero fundamental
para nuestra labor en cuanto editores académicos, esto porque además va más
allá de nuestras editoriales, alcanzando las instituciones. Me encantaría traer
a la reflexión de este Congreso algunos puntos que ya comenzamos a enfrentar en
el Brasil, pero que ya se constituye como un factor importante en la vida de
las universidades referenciales de países más desarrollados, como la literatura
que hemos tenido acceso. La universidad, de manera general y en todas las partes
del mundo occidental, afronta hace algunos años los desafíos de un modelo de
convalidación de sus docentes e investigadores que, aparentemente, da cuenta de
la calidad de sus trabajadores intelectuales y de los productos académicos que
son producidos por ellos. Por razones diversas, principalmente por presiones
sociales de cualquier orden, pero también vagamente inspirado en una
“racionalidad científica”, vivimos el mundo perverso de el “publish or perish”.
En este mundo, la cantidad de trabajos publicados por un profesor se torna más
importante de la calidad de lo que se publica. Cálculos aritméticos se colocan
por encima del debate crítico entre colegas, y la exigencia de publicar, así
sea que no hayamos llegado a resultados académicamente interesantes, se pone
encima del propio valor del libro en cuanto objeto que puede transformar e
influir para que lo nuevo aparezca y renueve el conocimiento o así mismo la
buena revisión del conocimiento ya producido. Este insólito ambiente de trabajo
intelectual crea, entre otras innumerables formas de presión entre los colegas,
una especialmente tensión entre el autor/profesor y el editor universitario/
profesor. La situación entre los colegas ya avanzó a tal punto que la Editorial
Universitaria y sus directivos muchas veces son considerados responsables para
determinar, o al menos ser parte activa y fundamental, para “clasificar” los
profesionales/colegas como productivos o improductivos. Esta cuestión es hoy la
principal dificultad en la relación autor / editorial académica. De ser socios
del autor en la construcción de un buen texto, pasamos a ser el obstáculo o el
facilitador de su ascensión profesional. Uno de los argumentos que surgen en
este debate viene del profesor de letras y editor de Humanidades de Harvard
University Press, Dr. Lindsay Waters. En su libro “Enemigos de la Esperanza-
publicar, perecer y el eclipse de la erudición” (Enemies of promisse:
publishing, perishing and the eclipse of scholarship), al examinar
principalmente el marco de las Humanidades, él argumenta que en poco tiempo las
editoriales responsables por la diseminación del texto científico y académico
publicaron cada vez menos libros y el sistema de publicaciones que conocemos
hoy está en vías de desaparecer. El argumento, aparentemente sin esperanzas,
mira el gran problema que el sistema de publish or perish implica: la
contradicción generada en el sistema editorial universitario por un inmenso
volumen de textos deseosos por publicación, son sus respectivos autores
igualmente ávidos por mantener sus puestos de trabajo o ascender a puestos
superiores en la universidad. Segundo Waters esta situación de “abundancia de
oferta” trae tres grandes consecuencias igualmente temerarias:
1) obliga a las editoriales
académicas a publicar textos que no tienen mercado suficiente de lectores,
sobrecargando además la medida de sustentación financiera de esas casas
editoriales.
2) la inmensa cantidad de títulos que
las editoriales se ven obligadas a publicar impiden objetivamente la selección
de calidad, comprometiendo catálogos construidos con el rigor científico que se
requiere de una editorial universitaria.
3) publicar en masa y de manera
indiscriminada provoca la falencia del sistema de informaciones científicas y
académicas.
Aunque los argumentos para afirmar o
rechazar a la reflexión provocadora de Waters sean muy diversos e interesantes,
como la hipótesis de la preponderancia del sector administrativo sobre el
académico en las universidades, trataré de comentar apenas los dos primeros
puntos citados por él. La sustentabilidad económica de las editoriales
universitarias sin fines de lucro es hoy uno de los factores preponderantes que
pueden definir la permanencia o clausura de las casa editoriales de las
universidades brasileras y latinoamericanas. Creo que esta situación es la
misma en muchos países. Datos evidentes de la decadencia económica de las
editoriales académicas pueden ser constatados en el propio Waters, cuando cita
que en los últimos 30 años la base de las ventas medias de un libro de humanidades
era de 1.250 ejemplares contra los 275 de hoy en día. Otra información
interesante viene de la conferencia en el I Foro de Guadalajara, México, en que
Peter Givler, de la Asociación Estadunidense de Editoriales Universitarias –
AAUP -, nos informó que las editoriales académicas norteamericanas producen el
10% del total de libros publicados en los Estados Unidos, pero las ventas
sumadas en 450 millones de dólares representan “alrededor de 1.7% del total
recaudado en dicho país por venta”. En España, las editoriales universitarias
mantienen 6 a 7% del volumen de títulos publicados para el 1% de ventas.
"El costo de cometer errores no es un término especificado en los informes
de ganancias,sino una realidad básica en el mundo del libro y las instituciones.
" así de manera directa, el brillante crítico mexicano Gabriel Zaid, nos
representa el mundo real en donde la cuestión financiera siempre viene
acompañada del punto siguiente citado por Waters – la obligación de publicar
más cantidades crea obstáculos en la evaluación de la calidad. Para delimitar
la crítica de Waters vamos a citarlo: “No estoy diciendo que no haya buenas
publicaciones – eso está muy lejos del caso -, pero lo que esas buenas
publicaciones tienen de bueno se pierde en medio de tantas producciones que son
apenas competentes y hay muchas más que no son ni eso.” La experiencia que
acumulé en 23 años de adición universitaria en el Brasil y en la observación de
otros países, es que existe hoy en día una enorme presión para que publiquemos
en cantidad, que tengamos índices de venta y rentabilidad comparativos con las
editoriales construidas con finalidades de tener lucros, que tengamos el igual
poder de seducción de los best-sellers, con la presencia de nuestros títulos
académicos distribuidos en todas las librerías y supermercados del país.
Independientemente de cuales sean las causas, aquellas apuntadas por Waters o
no, los números y las cantidades están siendo exigido en decaimiento de la
calidad – producir en la universidad se está transformando en producir mucho. Y
esto afecta directamente nuestra relación de muchos profesionales académicos,
como si este fuese un trabajo de la editorial de la universidad
Es en ese contexto de presiones por
publicar y de debilidades en la producción del conocimiento en nuestras
universidades es que la “textualidad electrónica”, como bien denomina Roger
Chartier, comienza a ser apuntada como una solución mágica para la
proliferación de autores y textos. El surgimiento de los libros digitales se
cruza, en este cuadro de la historia de las editoriales universitarias, como un
camino fácil de ser pisado en la difusión del conocimiento y solución para los
problemas apuntados parcialmente en las afirmaciones anteriores. Las soluciones
sobre si publicar digitalmente son innumerables y los vendedores de software y
de e-readers ya comenzaron a disputar ferozmente el mercado de editoriales y
librerías. Entre las previsiones apocalípticas del fin del libro impreso en
papel y el libro digital como la solución que resuelve todos los problemas de
la difusión del conocimiento, hay de todo, pero sobresalen pocas realidades y
convicciones. Entre algunas de las convicciones que extraemos de esa situación
angustiante de gran movimiento e inestabilidad en el sector editorial, resalto
y la que me parece fundamental para la propia manutención del que debe ser la
esencia de toda editorial universitaria: la absoluta necesidad de defender
únicamente la calidad del contenido de los libros editados por las editoriales
universitarias sean estos impresos o digitales. Entiendo que cambiar el precio
en relación de los editores con los autores y defender la calidad pasa también
por comprender en que contexto nosotros trabajamos como editores, sea desde el
punto de vista político-institucional, sea desde vista de las nuevas
posibilidades tecnológicas que se abren para el mundo de las editoriales.
Algunas breves consideraciones sobre el tema y un camino posible La
“aceleración contemporánea”, concepto elaborado por el profesor y geógrafo
brasilero Milton Santos al describir el ritmo acelerado y continuo de los
grandes cambios del mundo contemporáneo, nos impone constantes desafíos,
proporcionales a las grandes y significativas transformaciones por las cuales
pasa la humanidad. La consolidación de un sistema-mundo, la incorporación de
sociedades y territorios jamás vista en la historia del hombre sólo se volverán
posibles, todavía, por los avances tecnológicos que unificaran sistemas
técnicos hasta aquí dispersos o crearan nuevos sistemas innovadores. En gran
escala y con otra dimensión y cobertura, la revolución provocada por el
aparecimiento del libro de la era Gutenberg, marcada por la agilización del
proceso de circulación del formato manuscrito, y que transformo la circulación
del conocimiento y la apropiación de culturas durante los últimos quinientos
años, hoy parece tímida delante los desafíos de la “textualidad electrónica”,
en la terminología de Roger Chartier al referirse a la revolución de la
informática aplicada a los textos y libros. La combinación de los avances en el
área de la informática con conocimientos, infraestructuras y equipamientos
producidos en el campo de las telecomunicaciones (con énfasis por la
utilización de satélites) ofreció al mundo actual una multiplicidad de nuevos
medios de difusión de informaciones, ideas, conocimientos y valores,
notablemente en las formas del lenguaje mediáticos que, casi en tiempo real,
muestran imágenes e informaciones escritas y habladas con tremendo alcance
espacial y social. Pero, ciertamente, la gran característica de nuestro tiempo
es la rapidez con que se difunde lo nuevo (o apenas las novedades). Aliada a
una multiplicidad sin precedentes de los tipos de lenguajes disponibles para la
sociedad contemporánea, la rapidez de lo nuevo amplía de manera asustadora la
convivencia hiperactiva con un fenómeno que ya se anunciaba temerario en la era
de Gutenberg – “la domesticación de la abundancia” (nuevamente Chartier),
diagnosticada por el inmenso número de obras, autores y libros que pasaron a
ser publicados en escala industrial. La producción editorial brasilera ya
incorporó tecnología suficiente para hacer frente a esta “nueva abundancia” y,
aunque está particularmente enfocada en los intereses empresariales y de
mercado, no hay como huir de la realidad apuntada mundialmente por los
historiadores y analistas del libro y de la lectura: el mundo de hoy detiene de
manera irresistible nuevas formas de difusión del conocimiento, de la
información y del entretenimiento mismo cuando tratamos de soporte tradicional
hasta aquí llamado libro. Ene l ámbito académico, en su sentido estricto, y en
el ámbito intelectual, en el sentido más amplio de ese termino, la
multiplicación de revistas científicas electrónicas fue, sin duda, el hecho que
más directamente demostró ese conjunto de cambios. La controversia interpuesta
por los cortesanos del catastrofismo en los años 90 del siglopasado y que aún
tiene seguidores, predijo la desaparición del libroimpreso en papel y el
deterioro de las habilidades de lectura en un cortoespacio de tiempo. El futuro
del libro se volvió incierto, y junto con este pronósticosombrío se sugiere,
más recientemente, la futura extinción de la profesión deeditor, a medida que
el avance tecnológico transforme a cada autor en editor.
La perspectiva de una Babel de letras se colocaba
en el horizonte. Creo que hoy en día podemos afirmar que ya comenzamos a
ultrapasar la fase del entusiasmo del marketing de las grandes corporaciones de
informática. En el vértice de los debates sobre el futuro del libro y de las
nuevas tecnologías, despunta, emblemática y permanentemente, la idea definidora
de contenido, entendido como la necesidad metódica de buscar la calidad de los
textos que serán ofrecidos a los lectores contemporáneos y futuros,
independientemente si son libros científicos o de simple placer y
entretenimiento. Al considerar el impacto tecnológico de los tiempos actuales
y, al mismo tiempo, redimensionar el debate, se apunta, principalmente en el
libro académico, fruto de la reflexión científica, por lo que siempre fue y
siempre será el determinante del conocimiento que va a ser transmitido: la
calidad del contenido. Esa calidad es determinada, al mínimo, por algunas de
esas características: originalidad de la investigación, contribución teórica
única e innovadora, innovación tecnológica e instauración de una metodología
original. En un mundo del conocimiento y de la información, impregnado por la
convivencia no siempre amigable entre el texto impreso y lo virtual, el
problema más grave que la editorial enfrenta es de cómo evaluar y administrar
contenidos. Esta actitud será central en la determinación de las relaciones que
autores y editores deben tener en la universidad. Y será definidor para marcar
positiva o negativamente la actuación de las editoriales universitarias. Como
lidiar, en la practica cotidiana, con la evaluación de los libros producidos
por los investigadores universitarios? Como responder, igualmente, a la
creciente demanda por publicaciones de nuestros docentes presionados por la
necesidad de editar sus trabajos? En la visión de mi universidad, la UNESP,
concebimos una Editorial Universitaria que vive esencialmente por la evaluación
de contenidos producidos o no por la propia UNESP. La relación que ella
establece con los autores, profesores e investigadores de la comunidad
académica es de permanente evaluación de la calidad intelectual de los trabajos
presentados a la edición. La Editorial no tiene la misión de publicar a
cualquier costo lo que se produce en la investigación de la UNESP pero,
seguramente, tiene la función de publicar lo que la Universidad produce mejor,
en la óptica de evaluación de sus consultores externos a nuestro cuerpo docente
y también de un Concejo Editorial múltiple y de alta formación científica. Por
ello, como cualquier otra editorial académica que lleva su oficio con seriedad,
no establecemos esos criterios con el objetivo de cumplir requisitos de las
instituciones financiadoras, pero si de crear una categoría que sea
rigurosamente universitaria, pluralista, que contribuya a la ciencia y para la
comprensión de los fenómenos (sociales, políticos, económicos, naturales etc)
del mundo contemporáneo. Con el énfasis en la calidad al publicar, y así
“domesticar la abundancia”, se cumple cotidianamente la función de editar, no
sólo de imprimir trabajos de investigación que llegan abundantemente a la
Editorial. Una editorial con criterios de calidad, con apertura para volcar
esos criterios públicos y abiertos a cualquier examen externo al que la
universidad es, en última instancia, certificadora de calidad de trabajos
académicamente innovadores. Es evidente que debe haber un perfecto
entendimiento entre la editorial, los directivos de la universidad y el cuerpo
de profesores e investigadores para que ese pacto sea respetado. Roto una sola
vez, el criterio no resiste las presiones apuntadas por Waters o por otras
presiones todavía más indignas de una universidad comprometida con la enseñanza
y la investigación. Hay, entretanto, un obstáculo poderoso en esas reflexiones
y en la práctica de ellas. Convivimos en la edición tradicional con la
imposición de costos de preparación de originales, la necesidad de la
existencia de un número mínimo de compradores y de una determinada capacidad
operacional envolviendo todas las fases de una edición clásica en soporte de
papel. Sin finalidad de lucro, la editorial académica en el Brasil necesita, en
tanto, mantenerse en la mayor parte de sus costos. Esa necesidad impone
determinadas actitudes. Entre dos propuestas de publicación del mismo nivel de
calidad académica, optamos siempre en publicar aquella que entendemos tendrá un
número mayor de lectores potenciales, por tanto, con mayor valor comercial.
Siendo asimismo una editorial académica no conseguimos soportar el costo de un
texto en libro tradicional apenas por el criterio del merito, y entonces nos
sometemos a las reglas del mercado para decidir sobre un número “x” de
publicaciones anuales que nos garanticen un aporte financiero suficiente para
que continuemos publicando. Esta practica, que no es apenas nuestra, no sería
un problema se para aquel texto rechazado, no por su calidad académica, pero
por su pequeña posibilidad de ventas, fueses destinado un lugar de
reconocimiento y de divulgación adecuado. Considerando esas reflexiones, las
próximas preguntas que se imponen, al evaluarnos el futuro del libro en la
universidad son las siguientes: el criterio de calidad presupone también una
demanda comercial? La universidad debe obligatoriamente editar en el método
tradicional todos los trabajos considerados de calidad, independientemente del
costo y del número de lectores que se interesan en comprar aquel trabajo?
Pienso que no, y que si nos mantenemos estrictos con las reglas actuales,
podríamos entrar definitivamente en un mundo equivocado en la edición y en la
evaluación de los libros, que olvida, inclusive, de las conquistas tecnológicas
en el mundo editorial que abordamos en el inicio de este texto. Buscamos hoy en
el Brasil la ampliación del concepto de que el libro o publicación académica y
estamos haciendo eso junto a nuestros autores y las instituciones que fomentan
la investigación. Consideremos, principalmente, las nuevas textualidades
electrónicas y sus tecnologías para hacer divulgación científica, todos más
soportables económicamente. Esta apertura se justifica, además de las ya
presentadas por, por lo menos, más tres factores: · En un mundo globalizado, la
adopción de formas de difusión y comunicación variadas y completas inserta
diferentes actores sociales en un ámbito más amplio de los acontecimientos y
del debate. Si los nuevos sistemas técnico-científico-informacionales fueran
pensados y estructurados por los actores hegemónicos de potencias económicas
multinacionales, no está demás recordar que estos mismos sistemas pueden y
están siendo apropiados por otros diferentes actores (movimientos sociales,
organizaciones no gubernamentales, gobiernos de países que ocupan posición
dependiente en este sistema-mundo etc). · Las nuevas tecnologías son más agiles
y, después de las inversiones iniciales más pesadas para la adquisición de
infraestructuras y equipamientos, ofrecen costos más bajos para la difusión de
informaciones y conocimientos, volviéndose posible, al mismo tiempo una
distribución más amplia espacialmente y más rápida de aquello que se pretende
difundir. · En un país capitalista, industrializado, pero de económica
dependiente como el Brasil, en que las inversiones en ciencia y tecnología han
sido más tímidas de las realizadas por otros países que ocupan la misma
posición, es necesario adoptar medidas para compensar las diferencias y
recuperar las perdidas ocurridas en las últimas décadas. La adopción de nuevas
tecnologías, pensadas de forma consecuente, pueden favorecer la ampliación de
las oportunidades de acceso al conocimiento aquellos segmentos de menor poder
adquisitivo y con un grado bastante precario de inclusión social. En el Brasil
tenemos una primera experiencia pionera: la Fundación Editorial de la UNESP
inicio, junto con la Pro-rectoría de Post-grado de la UNESP, un programa
innovador y que atiende a ese nuevo desafío, al mismo tiempo en que sirve como
un optimo laboratorio que busca soluciones para los nuevos desafíos del
presente mundo editorial. Presentado al público en el 12 de marzo del 2010, el
programa de publicación de libros digitales en primera edición, fruto de
investigaciones de docentes de la UNESP. Lanzó 44 títulos nuevos para descargar
gratuitamente. Editado con todos los cuidados de un libro impreso en papel, en
3 meses la medida de los libros consumidos fue de 751 ejemplares por título,
casi el total de 1.000 ejemplares que la Editorial UNESP acostumbra
comercializar con los títulos similares en un periodo de 2 años. La
experiencia, ya exitosa, continuará durante este año y hasta noviembre serán
lanzados 58 títulos más. Paralelamente la Editorial UNESP está analizando los
resultados en conjunto con un grupo de estudios de políticas públicas de la
USP, garantizando la neutralidad e imparcialidad en el análisis de los
resultados obtenidos. El acceso es en el sitio http://www.editoraunesp.com.br/ haciendo
clic en “PROPG DIGITAL”. Como editorial universitaria, necesitamos tomar
posición delante de los desafíos impuestos por los nuevos tiempos, pero siempre
con la determinación en valorizar al autor, al libro y el lector, preservando
la calidad de los contenidos, sean cuales fueren los soportes – impresos o
digitales. Transparencia en los criterios, manejo adecuado de los contenidos,
generosidad, comprensión y osadía en relación a las nuevas plataformas de lo
escrito, fuerte aparato de evaluación dictada por los contenidos certificados
con reglas públicamente expuestas, estas debieran ser los criterios esenciales
para el futuro del libro y del rescate del oficio del editor que se traduce en
su fundamental relación con los autores. Sabemos que es una misión difícil en
los tiempos en que vivimos, pero si queremos continuar ser universitarios,
productores y divulgadores de libros útiles a la ciencia y la vida, ese es un
desafío que no podemos dejar de enfrentar.
(Traducido del portugués al español por Simone Gil Mondavi, desde la
universidad de Posadas Argentina).
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